Cultura

“Sí decir basta” de Graciela Bucci: realismo crítico en un libro conmovedor

Volteretas psicológicas en logradas ficciones y fuertes tramas contra el maltrato. 

Por Sebastián Jorgi

 A 15 años de “Sí decir basta”, volumen de cuentos (Vinciguerra, 2010), se impone una revisión, modesta por mi parte, de un libro en el que Graciela Bucci parte de situaciones o escenas cotidianas y las eleva a percepciones generales, esbozando de alguna manera, una tomografía sociológica en tiempos de una Posmodernidad conflictiva. Lo que no deja de ser considerado como un mérito. El sustrato reflexivo que recorren estas narraciones desglosan un encuadre:  una postura ética de la narradora, enfrentando mezquindades y bajezas de la condición humana.

Y entramos en materia con un personaje, la chica mayor de los siete hermanos que sufre un embarazo y queda sola frente al mundo, porque el padre de la criatura se borró : así lo expresa enfáticamente Graciela Bucci en el cuento Frascos. No hay consuelo para la agonista, ni siquiera con el cura, que le endilga infanticidio y amenaza con ex comunión. La historia está hábilmente precintada en el secreto, sólo lo saben “mi mamá y yo”. Cuento que fue llevado a un video por los alumnos del ISER y que tuve el agrado de ver en aquel momento de su estreno, junto con la profesora Bertha Bilbao Richter, titular de la Cátedra de Producción en el histórico establecimiento educativo donde se reciben los locutores.  El personaje, acuciado psicológicamente ante una sociedad indiferente, intenta tener la ayuda en una parroquia. Pero el cura le emite palabras acusadoras, ante el “pecado” cometido.. Y si é que era cura, que había estudiado y estaba del lado de Dios que sabía hablar y pensar bien reaccionó así–  Sutilmente la narradora desliza una irónica, mordaz sentencia. Tras un deambular acompañada por la congoja y la impotencia, me sugirió una secuencia de una cinta del neorrealismo italiano, decide  visitar “la mole de piedra” en la calle Paraguay –la Facultad de Medicina—para ver la hilera de frascos que contienen en formol aquellas vidas abortadas. Una pieza profundamente patética. 

La muerte de Manuel Molina, de esto se trata Perdona nuestras ofensas, también esbozado en primera persona, enmarca una operatoria confesional, un fluir de la conciencia revelador de situaciones inconfesables, acaso. El escenario es un velatorio, que parece de lo más común…hasta que en medio de una tormenta se desatará “lo determinante” un rato después, con esa gracia al contar que la caracteriza a la autora. Es un cuento digno de teatralizar, por los diálogos cruzados entre los personajes. Mediante un racconto urdido como el nudo del cuento, digo estilísticamente presentado, sorprende al final como una confesión a un juez. Y qué les voy a decir de La caja, que llegará al domicilio mientras la narradora protagonista y mamá (por qué siempre “mamá”, le preguntaría a Graciela) preparan el almuerzo. Es admirable cómo de situaciones cotidianas, domésticas, digamos, nuestra escritora saca de la galera palomas…salvajes: ”mamá en la silla de la ruedas, nunca estaba bien, ni la sal, ni la cocción, ni los cortes, ni”, así, con la apelación entrecortada por un punto que cierra la oración, luciendo su destreza narrativa. Al fin llega la caja en cuestión enviada por Juan…”eso éramos mamá y yo, bolsones de culpas”, caramba, me dije al avance de esta trama de tono romántico, en el sentido de lo abismal y lóbrego, el juego irónico del final, delatan una emuladora de un Poe postmoderno, si se me permite esta aproximación.

Graciela Bucci elabora, teje la trama en el nivel de las estructuras discursivas y prepara al Lector Modelo disparándole expectativas, mediante  descripciones del escenario y retratos de los personajes. Es la magia y el juego de contar. Como bien explica Umberto Eco señales de suspense en su libro Lector in fabula, la cooperación interpretativa en el texto narrativo(Lumen,  1979)

Graciela Bucci maniobra en el lenguaje las gradaciones  para plantar la escena, tal el cuento Desde la vereda (con un acápite de Ernesto Sábato)”Sabía lo que pasaría al regresar…sabía que había estos restos, piezas incompletas de un rompecabezas en la piel…y sabía el porqué de esos restos angustiados”: obsérvese el manejo de la sucesión anafórica para lanzar  un cuento desde la mirada, al estilo, si se quiere, de aquel objetivismo francés. Un raid  expandido en reflexiones desde esa vereda, a donde ha regresado para escudriñar la Casa, imagen incontrastable de un pasado tenebroso, lugar donde la moneda corriente es la hipocresía, el mirar para otro lado, donde la abuela y la familia toda acepta las transgresiones y amoríos del abuelo. Y es la niña que regresa ya mayor, que describe y confiesa las anomalías de un pasado, que ha transitado en sufrimiento. Desliza un mundo sórdido, creando esos personajes en soledad. Una pieza maestra, arriesgo. Como en sus poemas, estoy tratando de formular una comparación, la autora tiene una mirada cristiana ante el sufrimiento de los niños, es postura una ética, una moral para proteger a jóvenes y niños, abandonados a la buena de Dios, en este mundo cruel, expuestos a las miserias humanas. Un agón íntimo, para contar la tragedia y el atavismo de seres despiadados.

Y el título de este libro, sí decir basta constituye un freno, tal su voluntad, tras el ánimo de denuncia, de compromiso por parte de una escritora capaz de desplegar sutilezas, tramas con vueltas de tuerca, con una textura precisa. Y suma enérgicos alertas éticos. Y es así que se me ocurre exponer que un realismo crítico

Cartas para Manu, trazado en lo coloquial, con una mujer detrás de la ventana, una excusa terapéutica y un hombre que no ha de llegar: inquietante ficción epistolar. De otro lado, otra travesura psicológica, una encrucijada entre los demonios y los ángeles, en medio de una toma de decisión. Otra enredo patético será Plegarias de Luisa, escindido entre un robo y una violación, donde dos mujeres se debaten contra un intruso.

En la narrativa de Graciela Bucci, en si decir basta, que condensa estas historias, se puede notar la espina de una sospecha, la gravitación de las culpas al borde de lo dostovieskano, los regresos a las casas-pasado donde de pronto se respira el aire de un crimen, volteretas psicológicas con remisiones atávicas. Que pueden traducir un cinismo implícito en la sociedad o retratos de gentes desprevenidas en el deambular diario nuestro de cada día.

En El límite –una pieza dramática a puro diálogo—nos enteramos de un crimen ante la situación violenta entre alguien que va a tomar un trabajo y un patrón cruel. Y pasamos al cuento siguiente, “hace ya mucho tiempo que la vida transcurre fuera de la pieza sombría, donde tiene sueño de muerto, posición de muerto, aspecto, rigidez de muerto, el que yace,,,” precisamente El que yace, tal el título de este relato cargado de misterio.

Con toda crudeza nuestra autora pone en el tapete  el tema de la Guerra de Malvinas en Compañero de viaje, una travesía en tren donde los personajes son manejados con pericia psicológica. Un encuentro fortuito lleva a reflexionar sobre esos combatientes que no son reconocidos como tales, hasta con una indiferencia que lastima. ¿ Un homenaje desliado por la mirada y el sentir piadoso de Graciela Bucci? Me atrevo a afirmarlo.

Una empleada doméstica se ve perseguida, acicateada por la patrona,. “una vieja avara” que no cesa de llamarla, de exigirle cosas. Hay una solución a este maltrato con unas pastillas recetadas, todo es accedido y asistido por la muchacha con La cabeza gacha, tal este cuento precintado entre lo sórdido y el humor negro.

Un aparte: por todo esto en mi conferencia  sobre narrativa femenina en 2012 en la Biblioteca Miguel Cané (Pedro Goyena llegando a Avenida La Plata)—en la que trabajó Borges en su tiempo—me referí con el término Volteretas psicológicas a los cuentos de Graciela Bucci, esas vueltas de tuerca que desliza sutilmente, Recuerdo que la escritora y poeta Ana María Guerra coordinó la exposición con el Director de la Biblioteca, el señor Fittipaldi.

“En la mesa, cubiertos para uno. Y yo, con mi Música de ángeles” un cuadro patético, en el que “Antes éramos dos, mucho antes del derrumbe, antes de darnos cuenta de las diferencias irreconciliables…”. Una pieza hábilmente paso a paso esbozada, en donde la narradora se desdobla, ensaya la escritura de la mirada, observa a su pareja, que “se había transformado en una especie de animal de peluche”, describe sus movimientos y anota, va escribiendo,  así culmina la escritura de uno de los más brillantes cuentos de sí decir basta.

Tantas caras anónimas se las trae, el sufrimiento de una mujer ante un marido huidizo, que no se compromete en los momentos álgidos de la vida en común, “no puedo ir, hoy tengo reunión de directorio”…”la semana que viene no cuentes, viajo a Uruguay” Está llegando el bebé, pero el tipo es “aprensivo” y no puede verlo. Además está muy ocupado.

Cartas para Manu, catapultado con una cita de Julio Cortázar, es un juego epistolar. El personaje narrador espera al cartero tras la ventana todos los días a las once. El cartero pasa de largo y pone freno a la ansiedad. Desgrana así, acompasadamente manejando con gracia y pericia el tiempo, por así decirlo, una situación llevada con suspenso hasta un final, no del todo predecible.

Con una cita de Jorge Luis Borges, Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro paredes de la alcoba hay un espejo, ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo…Estamos ante el cuento Del otro lado. Con una excusa kafkiana, Graciela Bucci envuelve al lector y lo hace cómplice en una metamorfosis detallada ingeniosamente. ¿Una irónica jugarreta borgeana?

Un sello, Siniestro y ovalado, es recordado a través de una carta dirigida a Cora, un racconto que desliza  una violación y  una internación posterior en un hospital psiquiátrico, el clímax de este monólogo desgarrado.

Un encapuchado asalta una vivienda. Una mucama y la dueña soportan al vándalo que ha irrumpido en el lugar. Plegarias de Luisa, tal el título de este cuento corto, que refracta la crónica de estos tiempos y de alguna manera, comportamientos y situaciones de maridos ausentes, o sea, entramos en una cuestión sociológica donde la violencia saca partido. El prisma por el que la escritora bucea en lo insondable de la condición humana, Habilidosa para ensamblar la conducta de los agonistas, víctimas y victimarios en esta posmodernidad, más que líquida, si se me permite lo hiperbólico, en liquidación. Se me disculpará tal abrupto para mostrar un mundo de relaciones en crisis.

A propósito, buceando en la Bibliografía referida a sí decir basta de Graciela Bucci, es dable traer a colación la opinión del crítico y poeta Ernesto Goldar: “Los relatos de límpida construcción y singular equilibrio cuestionan las escenas del simulacro y de la hipocresía en las que no hay ninguna credibilidad, en las que los protagonistas carecen literalmente de sentido, de la misma manera que están desprovistos de voluntad, en una estructura ya sea familiar, social o de pareja…e imagina la efímera opereta cotidiana” 

Una conversación telefónica donde el personaje narrador le cuenta a Juan, un periodista, los pormenores de extraños sucesos en una casa lindera, cuyos habitantes constituyen un “trío sórdido” : Salerno, su esposa Cora y una hermana de ésta. Un explayado monólogo pleno de detalles sobre las relaciones de estos oscuros familiares, donde Graciela Bucci inserta algún sustrato irónico referido a esa “casa, más cerrada que nunca”, tapiada. (No será la casa Usher de Poe) Que les quede claro, tal su título, frase traducible como un meta-mensaje a los posibles lectores del artículo que escribirá Juan, el periodista. Otra pirueta ingeniosa de una narradora que madeja y desmadeja sutilmente sus historias.

Un robo, un asesinato, el suicidio de un tal Pereyra sentenciado culpable, (en verdad era inocente), mientras un ciego que sabe todo esboza una mueca, se trata de El sonido blando de una música, catapultado con una cita de Cortázar.

Y seguimos.

“Entro al bar con la idea de tomar un café, demorar la vuelta a casa, dejar atrás la presión de un día particularmente difícil. Frente a mí, en una mesa del rincón, hay una mujer joven, hermosa, treinta años le calculo, fiel a esa costumbre mía de dar valor numérico a la vida de los otros”, es el comienzo de Casi espectador, casi. Una pieza en miniatura pero contundente, contada a través de la mirada de un testigo, que observa la llegada de un hombre de unos cuarenta años, que se acerca a la mujer, en un estado de nervios alterados. Muy interesante el ambiente de incógnita en el que se suma al mozo. Una estampa de  un Buenos Aires misterioso que contiene conflictos, acaso cotidianos encontronazos.

Mucho más patético es Muy en el fondo, que tiene una cita del gran escritor español Miguel Delibes. Una muchacha llega de Misiones a Buenos Aires y mediante un aviso consigue un trabajo de niñera. Tras observar el comportamiento anómalo, los padres de la criatura deciden encarar una investigación sobre los antecedentes de la niñera. Un cuento que muestra la crónica del espanto que suele verse por televisión en los noticieros sensacionalistas pero reales al fin. Al fin de la lectura, pensé en el CIDN, la Comisión Internacional de los Derechos del Niño, idea para señalar otros casos de abuso criminal o maltrato de la niñez indefensa ante la maldad  de adultos enfermizos. Todo un tema que suele tratar en sus conferencias Graciela Bucci, con clara didáctica, sin tapujos, asistida por su mirada compasiva, piadosa hacia el prójimo. Siempre.

Contado en primera persona, la narradora decide irse de la ciudad que la agobia y recala en otra, “me esperaba una ciudad a la cual me conectan rincones de historia, lista para brindarme un trozo de mar, ése que forma parte del balcón terraza” Mar del Plata seguramente, donde nuestra autora es visitante continua, con sus actuaciones durante décadas en las Ferias del Libro.. En otro piso diez, tal el título de este cuento que pone sobre el tapete la violencia de género, donde un hombre le pega patadas a una mujer, la que de pronto desaparece de la escena, “ya no está”. Es notable como el crescendo va en aumento preparando un clímax, tramo a tramo, “me dejo llevar, los extremos se unen: lo real, lo imaginario, lo claro, lo turbio,  lo que es, lo que parece ser, una serie de complejos circuitos mentales”. Admirable uso de la ambigüedad. Y me remito a Ducrot y Todorov, que destacan la disciplina Psicolingüistica, en este caso lo traigo a colación para ilustrar la catarsis narrativa de un yo testigo, que apela al lector por medio del habla, tras un hecho criminal. Bien podría uno asociar, “de balcón a balcón”—como precisa la autora—con la inolvidable cinta de Alfred Hitchcock, La ventana indiscreta.

Qué mala suerte la de Santiago, pensé al finalizar la lectura de Juego geométrico, con envío de una cita de la escritora Liliana Díaz Mindurry, adelantando una elucubración maquinada desde lo abismal, lo recóndito, jugando con los dibujos de una sábana estampada. 

Un marido que viaja mucho, dedicado al trabajo y al progreso material, en aras de ascensos, motiva la admiración de su esposa. Pero un camión recolector de basura encuentra un álbum de fotos ahí cerquita  y toca el timbre de la casa de ese matrimonio normal. Para sorpresa de la mujer, por la casual intervención del Camión número cinco la vida de la pareja  da un vuelco. Como quien dice, el diablo metió la cola y Santiago, el “marido perfecto”  resulta ser el clásico infiel.

Como bien apunta el Profesor Raúl H. Castagnino,, “al contar el narrador reelabora lo natural, lo ocurrido, la realidad, en un acto de mimesis..Como artefacto y artificio el cuento es el arte de elaborar los principios fundamentales de la ficción narrativa:: tiempo, actancia y actantes” (Cuento-Artefacto.Artificios de Cuento, Nova, 1977) Y el modus operandi de Graciela Bucci es el arte combinatoria de todos aquellos  elementos, de manera que consigue hacerlo cómplice al lector, lo tensiona. Es la sensación que me acomete la lectura de sí decir basta,  (así todo en minúsculas) esta colección de cuentos, piezas de relojería y en prosa esgrimida con sólida y precisa textura.

Claro que se requiere un lector atento, “lector modelo” como señala Umberto Eco , un lector que no solamente lea, sino que reflexione. A través de estas volteretas psicológicas, los cuentos de Graciela Bucci que tienen un mandato ético –arriesgo, conjeturo—también refractan un realismo crítico. Pero al compromiso moral, debe agregarse lo que  Cristophe Menke destaca como reflexividad estética,(Véase Estética y Negatividad, FCE, 2011). Es destacable el arte compositivo de Graciela Bucci, narradora que expone una prosa escritural de  notable maestría.

La autora

Graciela Bucci nació en Capital Federal, Argentina. Estudió Ciencias Bioquímicas en la Universidad Nacional de La Plata. Diplomada en Cultura Argentina en el Centro Universitario de Estudios Superiores dependiente de la Universidad Austral. Es poeta, narradora y ensayista.  Recibió las Fajas de Honor de la SADE en los géneros poesía y narrativa.

Entre sus libros publicados, se destacan Detrás de las palabras…el eco  y  Las fronteras posibles recibieron la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE).; Un orden diferente: 1ra. Mención Honor Autores Contemporáneos Dirección de Cultura de Prov. de B. Aires; Si decir basta (cuentos);  con el cuento “Frascos” se filmó el cortometraje homónimo que compitió en un certamen internacional; Abrir las puertas de par en par (poemas); El presidiario de la tierra del Fuego (novela)  y Poemas del Fin del mundo (con la escritora cubano- americana Josefina Leyva), entre otros. 

Recibió numerosos reconocimientos, como la medalla de oro en narrativa en Argentina otorgado por Embajadas de Argentina, México, Uruguay, Chile, Paraguay.

Para más información de la autora, visitar su web www.gracielabucci.com.ar

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